sábado, abril 05, 2014

Proceso constituyente por democracia directa

- La democracia representativa en Colombia se agotó. Lo revelan una serie de hechos que afectan a cada uno de los poderes constituidos o delegados. Esos sucesos demuestran que la institucionalidad colombiana ha caducado históricamente aunque políticamente se sostenga por la falta de claridad y unidad de las fuerzas populares y democráticas.-

Fernando Dorado. (alainet.org).  -   En el ámbito judicial tenemos la frustrada reforma a la justicia; la arbitrariedad medieval del Procurador elegido y sostenido por todos los partidos políticos dominantes; la división del poder judicial en torno al “caso Petro” entre jueces y magistrados del nivel medio y los magistrados del Consejo de Estado y Consejo Superior de la Judicatura, y en general el choque de trenes entre fiscalía, contraloría, procuraduría y altas cortes. 

   En el terreno legislativo la crisis es evidente. La reciente elección de un gran número de para-políticos y/o sus herederos encabezados por Uribe pero presentes en todos los partidos políticos tradicionales; la dependencia de la “mermelada oficial” para hacer política pero su relativo fracaso en los recientes comicios (compran o chantajean escasamente al 30% de los electores); la evidencia de que la mayoría de parlamentarios representan los intereses de la burguesía transnacional y van a aprobar más normas a su favor.

   Pero la más tremenda catástrofe se presenta en el campo presidencial. No es casual el fracaso electoral del presidente Santos y de su pareja vice-presidencial Vargas Lleras. La entrega descarada de recursos del Estado al grueso de políticos de la “unidad nacional” sólo sirvió para obtener precarias mayorías electorales. Los partidos políticos son degradados por la acción corruptora del poder ejecutivo que se ha reducido a ser el gerente de los intereses de los verdaderos dueños del país: los empresarios capitalistas transnacionales.

jueves, abril 03, 2014

La Técnica del Golpe de Estado

 (Umberto Mazzei es doctor en Ciencias Políticas de la Universidad de Florencia. Es Director del Instituto de Relaciones Económicas Internacionales en Ginebra).

Umberto Mazzei ALAi AMLATINA, - “La locura individual es cosa rara, pero en grupos, partidos, naciones y épocas, es la norma”. Friedrich Nietzsche.

   La Técnica del Golpe de Estado es el título de un libro de Curzio Malaparte, escrito en 1931, que, según dicen, Ernesto “Che” Guevara leía con avidez. Su idea fundamental es que el golpe de Estado es un problema técnico y no político. Malaparte pasa revista a los golpes de estado más famosos, algunos exitosos y otros fracasados.

   El golpe de Bonaparte, el “18 brumario”, sería el primer Golpe de Estado moderno. Entre los golpes de la primera mitad del siglo XX, menciona el de Primo de Rivera en España, el de Pilsudsky en Polonia y otros más, pero resalta los golpes en que el objetivo golpista fue anunciado antes. El de Trotsky en Rusia y el de Mussolini en Italia.

   El libro, publicado en Paris, fue prohibido en países con muy distinto tipo de gobierno: en Alemania, Austria, Bulgaria, España, Grecia, Hungría, Portugal, Polonia, Yugoslavia y otros. Los totalitarios lo prohibían por ser un manual para revoltosos; los democráticos, por lo mismo. Según el autor, el propósito era mostrar cómo se conquista un Estado moderno y cómo se le defiende, porque “la historia de los últimos años es […] de la lucha entre los defensores del principio de la libertad y la democracia, esto es, del estado parlamentario, contra sus adversarios”.

   Malaparte afirma que es posible, en cualquier país democrático, dar un golpe de Estado, aún sin una situación crítica y sin el apoyo de masas. Basta un grupo que frene la maquinaria estatal y tome el poder sin confrontar la fuerza adversaria. En Rusia, el gobierno Kerensky protegió los órganos políticos, pero Trotsky ocupó los órganos técnicos. Luego intentó lo mismo, en 1920, contra Stalin, pero Stalin uso cuerpos especiales de defensa que obraban sobre el mismo plano técnico. En Italia, al gobierno lo defendían los sindicatos de Giolitti y la policía; los grupos fascistas neutralizaron ambos, tomaron el sistema ferroviario y fueron en trenes a Roma a sacar al gobierno de Luigi Facta. El rey, Victor Emmanuel III, con Roma en camisa negra, encargó a Benito Mussolini, la formación del gobierno y legalizó el golpe.
La estrategia es la de siempre: concentrar las fuerzas en el punto más sensible del adversario, que en un Estado moderno son los servicios públicos y los medios de comunicación.

Las debilidades del Estado moderno
   El problema central del Estado moderno es la representación de la voluntad popular. Con los sistemas actuales de sufragio periódico, el elector delega su voluntad política con el voto y la soberanía popular se desplaza a sus representantes. En realidad, se desplaza a los partidos políticos, que suelen ser poco democráticos y por eso vemos perpetuarse las camarillas de los mismos en el poder, jugando a las sillas ministeriales.
   
Esa perversión existe por la pérdida del sentido comunitario, que es la base implícita de la representación; en su lugar ahora se consulta a masas desconectadas, amorfas, fáciles de manipular, como dice José Ortega y Gasset en La Rebelión de las Masas. La representación y la base social amorfa, promueven una clase de políticos profesionales que se constituye en una oligarquía que defiende por igual intereses propios o de particulares, en un clima de confusión irresponsable, como dice Alain de Benoit. Son gobiernos elegidos que no trabajan por los intereses de la gente y del país; son gobiernos de Partidocracia, como ya decían en los 60 Giuseppe Maranini, Georges Burdeau, Maurice Duverger y otros sociólogos políticos. 
   La partidocracia siempre servirá intereses propios y no de esa mayoría que engatusa con cuentos ideológicos, slogans, promesas mentirosas y onerosos espectáculos de movilización.

En el Estado moderno, las telecomunicaciones son el principal instrumento para orientar esa opinión pública informar  y llevarla hacía los objetivos que se desean, al punto de que se convirtieron en importante arma de guerra. Arma para la guerra cultural y psicológica, la de desinformación y propaganda; cuyo último frente operativo son Internet y las redes sociales.